martes, 29 de abril de 2014

Supervivencia en el Amazonas

Muchos grupos indígenas, incluyendo los Huni Kui, los Ashaninka y los Madija, viven en aldeas de la selva brasileña, cerca de la frontera con Perú.

Durante los últimos tres años, los Ashaninka y los Madija sufren cada vez más incursiones en su territorio de pueblos indígenas aislados, aquellos a los que "Survival International" define como "no contactados", grupos que no tienen contacto pacífico con la sociedad en general. "Los Bravos" o "Bravos", tal y como como denominan a estos grupos indígenas aislados, llevan a cabo incursiones en otros poblados, poniendo a las comunidades que residen a lo largo del río Envira en alerta permanente.

Los líderes de la tribu Ashaninka han pedido al gobierno y a las ONG's ayuda para controlar lo que consideran una intromisión en su área por estos grupos indígenas no contactados, afirmando que el movimiento de estas otras tribus es resultado de la presión causada por la tala ilegal de árboles en la zona fronteriza con Perú.

Fotos de Lunae Parracho - Reuters

Un líder espiritual de la tribu india Huni Kui realiza una ceremonia junto a  un Samauma (ceiba), árbol sagrado, en Novo Segredo, a lo largo del río Envira en el estado de Acre, noreste de Brasil. 


Vista del río Envira en territorio Huni Kui, en el estado de Acre, noreste de Brasil.


Niños indios Ashaninka corren por la orilla del río Envira para saludar a un barco, cerca del poblado de Simpatia en el estado de Acre, noreste de Brasil.


Un líder espiritual de la tribu india Huni Kui sopla un polvo a base de hierbas en la nariz de un miembro de la tribu durante una ceremonia de la localidad de Novo Segredo, río Envira.


Un niño indio Madija camina junto a una choza, blanco frecuente de las incursiones de los indígenas aislados de la aldea de Dsama.


Hermanos Ashaninka posan para una fotografía en el poblado Simpatía.


Un indio Huni Kui prepara la bebida conocida como "pae nixi" o "ayahuasca", usada en un ritual de sanación.


Una vista de la Shubua o casa de oración, en la aldea de la tribu Huni Kui de Me Txanava.


Un indio Huni Kui fuma hierbas durante un ritual en el pueblo de Novo Segredo.


Barco en el que los líderes indios Ashaninka viajaron a inspeccionar los límites de su territorio.


Indios Madija limpian un caimán para comérselo en un barco en el río Envira.


Vista desde el interior de un barco de río en el río Envira, cerca de la aldea de la tribu Huni Kui  "Me Txanava".


Indios Kui Huni junto al ataúd de su bebé muerto después de haber nacido en un barco en el río Envira, cuando su madre trataba de llegar a un hospital, en el poblado de Mí Txanava.


Un indio Ashaninka apunta con su rifle a través del río Envira, en los terrenos de una antigua base del gobierno.


Un cacique Ashaninka en una caseta de la antigua base del gobierno "Frente Envira de Protección Etno-Ambiental".


Indios Ashaninka celebran una reunión para hablar de la ocupación planificada de la antigua base de gobierno "Frente Envira de Protección Etno-Ambiental" en Kokasul. La base fue abandonada en 2011 tras un ataque de hombres armados.


Indios Ashaninka comiendo en su casa de la aldea de Kokasul.


Binai, hijo del cacique de la tribu omina Madija, toca una flauta de cerámica hecha por  indígenas no contactados que su padre encontró, en Igarape do Anjo en el estado de Acre.


Un Ashaninka muestra un cartucho de escopeta que encontró en los terrenos de la antigua base de gobierno Frente Envira de Protección Etno-Ambiental.


Un Ashaninka junto a las huellas frescas encontradas en los terrenos de la antigua base de gobierno.


Indias Ashaninka posan para una fotografía en el pueblo de Kokasul.


Un indígena Ashaninka arrodillado sobre la tumba de su sobrina. Murió tras una fuerte diarrea, sin conseguir ayuda médica.


Vista de un área de selva deforestada en territorio Ashaninka.


Cacique Ashaninka observa el territorio de su tribu desde la ventanilla de una avioneta.


Indígenas considerados "no contactados" reaccionan al ver una avioneta volando sobre su comunidad en la cuenca del Amazonas, cerca del río Xinane, en el estado de Acre, frontera con Perú. Muchos grupos tribales, incluyendo los Huni Kui, Ashaninka, y Madija, viven en aldeas de la selva brasileña, cerca de la frontera con Perú.


El río Xinane discurre a través territorio Ashaninka.







Vía: The Boston Globe




sábado, 26 de abril de 2014

Violencia y prisiones secretas en El Salvador

Amontonados como ganado en una jaula del tamaño de una caseta, algunos hombres de los bajos fondos de El Salvador han languidecido en estas celdas de detención insalubres durante más de un año. Diseñadas para estancias temporales de 72 horas, estas casetas sofocantes de 3,5 metros de ancho por 4,5 metros de altura están repletas con más de 30 personas, todos ellas veteranas de las guerras entre las pandillas MS-13 y M18.


En Marzo de 2012 se estableció una tregua entre la banda "Mara Salvatrucha" (MS-13) y su rival "Barrio 18".

"El año pasado advertimos que la tregua era frágil y que podría fracturarse en cualquier momento. El tiempo nos ha dado la razón...", dice Miguel Fortín, Director del Instituto de Medicina Legal (IML) de la Corte Suprema.

Esta tregua está respaldada por la Iglesia Católica y por la Organización de Estados Americanos (OEA) con el objeto de reducir la elevada tasa de 66 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2011, según las Naciones Unidas.

El Salvador es, actualmente, una de las naciones más violentas del mundo.






La tregua sin precedentes contribuyó a que los asesinatos pasarán de un promedio de 12 a 5 al día. Pero los asesinatos han ido en aumento desde finales de mayo de 2012, con un promedio de 16 asesinatos al día.

La MS-13 y su rival Barrio 18 se comprometieron a poner fin a los asesinatos y a los reclutamientos forzosos a cambio de mejores condiciones para los líderes de pandillas encarcelados, que dirigen sus operaciones desde prisión.

El gobierno transfirió a 30 jefes de cada una de las pandillas desde la prisión de máxima seguridad de Zacatecoluca, apodada "Zacatraz", a cárceles comunes, donde podrían impartir órdenes a sus subordinados de la calle con el fin de, supuestamente, dar continuidad a la tregua.

Las pandillas, que también operan en Guatemala y en Honduras, se encuentran en conversaciones para conseguir una tregua en esos países.

Pero Carlos Ponce, experto en crímenes de la Oficina del Procurador General de El Salvador, cree que la tregua es una farsa.




"Es todo mentira. Las bandas siguen funcionando, la gente sigue perdiendo la vida y sigue desapareciendo, y se hacen más y más fuertes ", dijo.

El Ministerio de Seguridad y Justicia informó que los asesinatos en los primeros ocho meses de 2012 se redujeron más de un 30 por ciento, hasta una cifra de 1894 .

La Oficina del Médico Forense Nacional confirmó esos números, pero los dos organismos no están de acuerdo en cuántas personas están desapareciendo.

El Ministerio de Seguridad afirmó que se contabilizan 335 desaparecidos en el primer semestre de 2012. El Instituto de Medicina Legal afirmó que el número es de 1279.

"Estas cifras son muy extrañas", dijo Ponce. "Dicen que los asesinatos están bajando, niegan las desapariciones, pero todo prueba que la violencia está todavía en marcha. Es muy probable que las pandillas estén adoptando nuevas formas de operar. En lugar de dejar a sus víctimas a la vista, las ocultan".

El Ministerio de Justicia negó esa afirmación, alegando que sus cifras se basan en desapariciones investigadas, mientras que la Oficina del Médico Forense suma todos los reportes de personas desaparecidas, muchos de los cuales no se puedan verificar.

"En general no hemos tenido aumento. No podemos mantener un estricto control de las personas que están registradas como desaparecidas, porque las familias no retiran sus denuncias cuando vuelven a aparecer", dijo Munguía Payés, en septiembre de 2012.



Se estima que unos 50.000 salvadoreños pertenecen a las bandas callejeras, aterrorizando a los ciudadanos de esta pequeña nación centroamericana de 6 millones de habitantes, con una de las tasas de homicidios más altas del mundo, por detrás de su vecina Honduras .

Aunque la intención es frenar la violencia, la tregua no se aplica a los secuestros, la extorsión o la venta de drogas, el núcleo del negocio de estos delincuentes.

"Creo que la tregua es una verdadera farsa", dice Max Manwaring, profesor del Instituto de Estudios Estratégicos del US Army War College del Ejército de EE.UU en Carlisle, Pennsylvania. "Las pandillas tienen todas sus cartas, y han estado operando fuera de las cárceles durante años. Las cárceles se han convertido en escuelas de postgrado para los miembros de pandillas y el gobierno está simplemente agarrándose a un clavo ardiendo".

Al igual que otros, Manwaring duda de las cifras de homicidios.

"No hay manera de contarlos. De ninguna manera. Hay muchos lugares donde los funcionarios del gobierno no pueden investigar los asesinatos porque las pandillas controlan el territorio".

La tregua fue mediada por Raúl Mijango, un antiguo guerrillero de la Guerra Civil de El Salvador, y ahora legislador. En declaraciones a la Asociación de Prensa de septiembre de 2012, dijo: "Algunos grupos están tratando de hacer fracasar la tregua, están matando pandilleros para crear conflictos entre las bandas. Decir que el número de desaparecidos se ha incrementado es un débil argumento para los que quieren ver fracasar  la tregua".



Las fuerzas de seguridad salvadoreñas se sienten impotentes para contener la violencia generada por estas bandas, formadas en las cárceles de California y que se extendieron a Centroamérica cuando sus miembros fueron deportados por los EE.UU.

En El Salvador, según la policía, alrededor de 10.000 miembros de Barrio 18 y del MS-13 están en la cárcel. El resto están en las calles, mantieniendo un estricto control de los barrios pobres de todo el país.

En "Mejicanos", en las afueras de la capital de San Salvador, Graffiti anuncia que MS- 13 es "el Poder". Quien entra debe acatar sus leyes. Las pandillas rivales se quedan fuera y la policía sólo se aventura allí con unidades de élite y por la noche .

Una vez que alguien entra, los pandilleros salen de sus escondites. Aquellos que son reconocidos tienen permitido el paso. Los extraños son rodeados e interrogados y tienen que pagar para poder seguir adelante.

"Con el fin de poder vender sus productos, los comerciantes deben pagar una cuota mensual. Si lo hacen, sobreviven. Pero siempre están siendo observados", dice Juan Escobar, un vendedor de refrescos.

Los vecinos creen que, desde la tregua, hay menos asesinatos, pero el miedo todavía gobierna las calles.

-"Sí, es cierto que los asesinatos han bajado, pero nos preguntamos cuánto tiempo durará la tregua", dice Domitila Martínez, una vendedora ambulante de 53 años de Quezaltepeque, una de las áreas con mayor actividad de las bandas, a unos 30 kilómetros al noreste de San Salvador.

"No puedo hablar mucho, podrían matarme. Usted no se imagina cómo son. Nosotros, los civiles que nos encontramos atrapados entre las bandas, hemos aprendido a sobrevivir."








Vía: Daily Mail y Ned Hardy