En lo profundo de la región montañosa de Papúa Occidental, un grupo de personas ha vivido en relativo aislamiento durante generaciones. De hecho, la zona en que residen comenzó a estudiarse en la década de 1930.
Y si bien, algunas de las tradiciones de estas tribus pueden parecernos extrañas, uno de sus rituales en particular puede ser descrito con precisión como espeluznante.
El grupo Dani mora en el Valle de Baliem, una zona relativamente aislada, a una altitud de casi 1,6 km. sobre el nivel del mar. Se cree que alrededor de un cuarto de millón de Dani residen en el valle y sus alrededores.
Las macabras mutilaciones que les distinguen son el resultado de una práctica, impulsada por la tradición, por la que un trozo de un dedo de la mano debe ser cortado cuando el marido, la esposa u otro miembro de la familia muere.
De esta manera, los miembros de la tribu quieren mostrar su dolor por la muerte de sus seres queridos. Puede tener, incluso, un un mayor simbolismo: se ha sugerido que la agonía sufrida cuando se amputa una porción de un dedo es una representación física del dolor emocional que siente un miembro de la tribu como consecuencia del luto.
Curiosamente, creen que esta práctica ayuda a aplacar a los espíritus de los difuntos, especialmente si los individuos poseían una gran influencia dentro del grupo.
Antes de la amputación, atan fuertemente una cuerda alrededor del dedo durante más de media hora, hasta dejarlo prácticamente insensible.
El segmento de dedo amputado se deja secar y, posteriormente, se quema. Las cenizas son enterradas en suelo sagrado.
Hoy en día, esta práctica ha sido prohibida oficialmente. No obstante, todavía viven miembros mayores de los Dani a los que les faltan uno o más dedos.
Además de la anterior, otras macabras costumbres acompañan al ritual de la muerte: los cuerpos de los ancianos más respetados son, literalmente, ahumados y expuestos durante semanas.
El creciente número de turistas que viajan a la tierra de los Dani, provocará que los indígenas se vean afectados por las influencias externas y por su progresiva adaptación al mundo moderno, algo que coincide con el declive de las prácticas más anticuadas, como la de la amputación de los dedos.
Vía: Scribol
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