Según un estudio de Datamonitor de 2004, el 27% de los alimentos funcionales estaba dirigido a problemas cardiovasculares, el 24% a funciones intestinales y casi el 15% a enfermedades óseas.
No en vano, las compañías estaban poniendo el acento en aquellas dolencias más comunes entre los españoles.
En 2008 la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria modificó el marco normativo, de manera que la lista de alimentos catalogados como funcionales iba a sufrir un importante recorte. Bruselas publicó un reglamento que pondría fin a los «fraudes» alimentarios en torno a este tipo de productos, donde muchos prometen propiedades beneficiosas para el organismo sin que esté demostrado científicamente.
La normativa, que entró en vigor en Diciembre de 2012, obliga a especificar en las etiquetas las alegaciones de salud -evidencia científica para afirmar que un alimento tiene un determinado efecto- y el valor nutricional. Además, vigilaría el uso del término prevención.
«Esperamos que la nueva ley garantice rigor y menor confusión para los consumidores», se apuntaba desde la multinacional Unilever, fabricante de margarina Flora o envasados Knorr.
No obstante, el marketing pseudo-científico no iba a claudicar fácilmente...
José Manuel López Nicolás es Doctor en Ciencias Químicas por la Universidad de Murcia, donde actualmente ejerce de Profesor Titular del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular-A.
Tiene el privilegio de trabajar en dos de sus mayores hobbies, la docencia en todas las "Biocarreras" (Biotecnología, Biología, Bioquímica...) y la investigación en compuestos bioactivos a los que analiza, encapsula y destroza sin que le remuerda la conciencia.
Miembro del "Bioencapsulation Research Group" y autor del libro "Nuevos Alimentos del Siglo XXI", desde hace no mucho tiempo este inconformista por naturaleza divulga la ciencia en el Blog "Scientia".
No hay comentarios:
Publicar un comentario